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LA SEGURIDAD DE LA SALVACION

LA SEGURIDAD DE LA SALVACIÓN.

Desde hace ya mucho tiempo quería platicarles acerca de este tema pero no había tenido la oportunidad, espero sea de bendición.



Se da por hecho que hemos estudiado los requisitos para la salvación y considerado la naturaleza de ella.
En esta sección nos ocuparemos del asunto siguiente: ¿Es incondicional la salvación final del creyente, o puede el creyente perderla debido al pecado?

La experiencia confirma la posibilidad de una caída transitoria de la gracia, conocida popularmente con el nombre de relapso o reincidencia. La reincidencia o recaída en el pecado no se encuentra en el Nuevo Testamento; es un vocablo del Antiguo Testamento. Una de las palabras hebreas empleadas es "retroceder," "volver atrás," apartarse," otro vocablo significa "volverse" o "ser refractario," lo cual expresa negarse a cumplir una promesa o deber. Se compara a Israel con una novilla reincidente que se rehúsa a ser conducida, y se vuelve rebelde bajo el yugo. Israel se ha apartado de Jehová y se ha negado obstinadamente a sujetarse al yugo de los mandamientos del Señor.
El Nuevo Testamento advierte con respecto a actitud semejante, pero con otros vocablos. Un relapso o reincidente es aquél que antes tenía fervor hacia Dios, pero que ahora se ha enfriado (Mt._24:12); antes obedecía la Palabra, pero la mundanalidad y el pecado impidieron el crecimiento y la producción de frutos (Mt._13:22); antes puso su mano al arado, pero miró hacia atrás (Lc_9:62); a igual que la esposa de Lot había sido liberado de la ciudad de Destrucción, pero su corazón ha retornado allí (Lc_17:32); guardó antes comunión íntima con el Señor, pero ahora ha perdido contacto con él, y espiritualmente está marchito, es estéril e infecundo y de nada sirve (Jn._15:6); antes escuchó la voz de la conciencia, pero ahora ha arrojado de sí la brújula que podía marcarle el derrotero, y como resultado de ello, la nave de la fe ha naufragado en los acantilados de la mundanalidad y el pecado (1Ti_1:19); en el pasado se sentía feliz de llamarse creyente, pero ahora siente vergüenza de confesar a su Señor (2Ti_1:8; 2Ti_2:12); antes estaba libre de la contaminación del mundo, pero ha retornado como "la puerca lavada a apolcarse en el cieno." 2Pe_2:22; compare Lc_11:21-26.
Es posible el lapso de la gracia; mas ¿puede una persona que ha sido salva reincidir y finalmente perderse? Aquéllos que siguen el sistema Calvinista de doctrina responden negativamente; aquéllos que siguen el sistema de Arminio, teólogo holandés del siglo XVI, lo hacen afirmativamente.

1. Calvinismo.
La doctrina de Juan Calvino, teólogo francés del siglo xvi, no tuvo su origen en él. Había sido enseñado por San Agustín, santo y teólogo del siglo IV (Según la Iglesia Católica). Ni tampoco fue la doctrina nueva para San Agustín, que afirmaba solamente interpretar la doctrina de la gracia gratuita de San Pablo.

La doctrina calvinista es como sigue: La salvación es obra absoluta de Dios; el hombre no tiene absolutamente nada que hacer. Si se arrepiente, cree y acude a Cristo, es únicamente porque ha sido atraído por el poder del Espíritu Santo. Ello se debe al hecho de que la voluntad del hombre se ha corrompido de tal manera desde la caída, que el ser humano no puede ni aún arrepentirse y creer, o escoger lo recto sin la ayuda de Dios. Este era el punto inicial de Calvino: que la voluntad del hombre es esclava total del pecado. La salvación, por lo tanto, no es otra cosa que la ejecución de un decreto divino que fija la extensión de ella y sus condiciones.

La cuestión surge naturalmente: Si la salvación es absolutamente la obra de Dios, si el hombre no tiene nada que hacer al respecto, no puede hacer nada tampoco a menos que el Espíritu de Dios intervenga, ¿por qué Dios no salva a todos los hombres, puesto que todos están perdidos y son impotentes de salvarse? La respuesta de Calvino era la siguiente: Dios ha predestinado a algunos para ser salvos, y a otros para que se pierdan. "La predestinación es el decreto eterno de Dios, por el cual ha decidido la suerte que correrá cada uno. Todos no son creados en igual condición; sino que Dios ha pre-ordenado para algunos la vida eterna, y para otros, la condenación eterna." Al proceder de esa manera, Dios no es injusto puesto que no ha contraído obligación alguna de salvar a nadie. El hombre sigue siendo responsable, puesto que la caída de Adán fue culpa de sí mismo, y el hombre es siempre responsable de sus propios pecados.

Puesto que Dios ha predestinado a ciertos individuos para que se salven, luego Cristo murió solamente por los "elegidos"; la expiación fracasaría si alguno de estos elegidos se perdiera.

De la doctrina de la predestinación se desprende la enseñanza de que "el hombre no puede caer jamás de la gracia," puesto que si Dios ha predestinado a una persona para ser salva, y esa persona puede ser sólo salvada y guardada por la gracia de Dios, la cual es irresistible, luego esa persona nunca puede perderse.

Los que defienden la doctrina de la "seguridad eterna," presentan los versículos siguientes para Apoyar su posición: Jn._10:28-29; Rm._11:29; Fil._1:6; 1Pe_1:5; Rm._8:35; Jn._17:6.

2. Arminianismo.
La doctrina de Arminio es la siguiente: Dios desea que todos los hombres se salven puesto que Cristo murió por todos. 1Ti_2:4-6; Heb_2:9; 2Co_5:14; Tit_2:11-12. Con ese fin, ofrece su gracia a todos. Mientras que la salvación es la obra de Dios, absolutamente libre, e independiente de nuestras buenas obras o méritos, el hombre sin embargo tiene ciertas condiciones que cumplir. Puede escoger aceptar la gracia de Dios o puede resistirla o rechazarla. La facultad de elegir está siempre a nuestro alcance.

Las Sagradas Escrituras enseñan sí la predestinación, pero no que Dios predestina a alguno a la vida eterna y a otros al sufrimiento eterno. Predestina "al que quiere," a la salvación, y ese plan es lo suficientemente amplio como para incluir a todo aquél que realmente desea salvarse. Esta verdad ha sido explicada como sigue: Fuera de la puerta de la salvación, leemos las palabras siguientes: "El que quiere puede entrar," cuando entramos y somos salvos, leemos las palabras siguientes: "Elegido según la presciencia de Dios." Dios, en virtud de sus conocimientos, supo quiénes eran aquellas personas que aceptarían el evangelio y se mantendrían salvas, y predestinó a los tales a la herencia celestial. PAp.ió su destino pero no lo fijó.

Se menciona la doctrina de la predestinación, no por motivos de especulación, sino con un propósito práctico. Cuando Dios llamó a Jeremías al ministerio, supo que le esperaba una tarea sumamente difícil, y que estaría tentado a cejar en su empeño o darse por vencido. Con el objeto de animarlo, el señor le aseguró al profeta que lo había conocido y llamado antes de que naciera. Jer_1:5. El Señor le dijo en otras palabras: "Yo sé ya lo que te espera, pero sé también que te puedo dar gracia para hacer frente a las pruebas del futuro y salir victorioso." Cuando el Nuevo Testamento describe a creyentes como objeto de la presciencia de Dios, el propósito es asegurarnos que Dios ha pAp isto toda dificultad que nos confrontará, y que puede guardarnos sin caer, y lo hará.

3. Una comparación.
  Es la salvación condicional o incondicional? Una vez salva, ¿es la persona eternamente salva? La respuesta depende de la forma que podamos contestar las siguientes preguntas claves: ¿De quién depende la salvación? ¿Es irresistible la gracia?

a. ¿De quién depende finalmente la salvación, del hombre o de Dios? Ciertamente debe depender de Dios, puesto que ¿quién podría salvarse si la salvación dependiera de los propios recursos de una persona? Podemos estar seguros de lo siguiente: Dios nos dará el triunfo sin tener en cuenta lo débiles que somos, y cuántos errores cometemos, siempre que con toda sinceridad deseemos hacer su voluntad. Su gracia está presente invariablemente para advertir, contener, alentar y sostener.

Sin embargo, en cierto sentido, ¿no depende del hombre la salvación? Las Sagradas Escrituras nos enseñan consecuentemente que el hombre tiene la facultad de escoger con libertad entre la vida y la muerte. Dios Sás privará de esa facultad.

b. ¿Puede ser resistida la gracia de Dios? Uno de los principios fundamentales del calvinismo es que la gracia de Dios es irresistible. Cuando Dios decreta la salvación de una persona, su Espíritu atrae, y esa atracción no puede ser resistida. Por lo tanto un hijo verdadero de Dios perseverará ciertamente hasta el fin y será salvo; aunque caiga en el pecado, Dios lo castigará y contenderá con él. Hablaremos en sentido figurado: el hombre puede caerse en el barco, pero no del barco.

Mas el Nuevo Testamento nos enseña que la gracia divina puede ser resistida, y resistida hasta la perdición eterna, (Jn._6:64; Heb_6:4-6; Heb_10:26-30; 2Pe_2:21; Heb_2:3; 2Pe_1:10), y que la perseverancia está condicionada al mantenerse en contacto con Dios.

Nótese especialmente Heb_6:4-6 y Heb_10:26-29. Estas palabras fueron pronunciadas o dichas a los creyentes; las cartas de Pablo no estaban dirigidas a los no regenerados. Se describe a aquellos a quienes están dirigidas las cartas como iluminados una vez, habiendo gustado el don celestial, habiendo sido hechos participantes del Espíritu Santo, habiendo gustado la buena Palabra de Dios y los poderes del mundo venidero. Estas palabras ciertamente describen a personas regeneradas.

Aquéllos a quienes estaba dirigida la carta eran creyentes hebreos quienes, desalentados y perseguidos (Heb_10:32-29) estaban tentados a retornar al judaísmo. Antes de ser recibidos de nuevo en la sinagoga, se les requería que hicieran públicamente la declaración siguiente, Heb_10:29: que Jesús no era el Hijo de Dios; que su sangre fue derramada con razón como la de un malhechor común; que sus milagros era realizados por el poder del malo. Todo esto está insinuado en Heb_10:29. (El que hubiere insistido en tal repudio queda ilustrado por el caso de un judío cristiano en Alemania, quien quería retornar a la sinagoga, pero le fue denegado el pedido puesto que deseaba aferrarse a algunas de las enseñanzas del Nuevo Testamento.) Antes de su conversión habían pertenecido a la nación que había crucificado a Cristo; el retornar a la sinagoga significaría crucificar de nuevo al Hijo de Dios en lo que respecta a sí mismos, y exponerlo a la vergüenza pública; significaría el terrible pecado de la Apostasía (Heb_6:6); sería semejante al pecado que no tiene perdón, el pecado por el cual no hay perdón, puesto que aquéllos que han endurecido de tal manera el corazón como para cometer tal pecado, no pueden ser "renovados para arrepentimiento"; serían dignos de un castigo peor que el de la muerte (Heb_10:28); significaría incurrir la venganza del Dios vivo. Heb_10:30-31.

No se dice que ninguno hubiera llegado a ese punto; en realidad, el escritor espera "mejores cosas" de ellos. Heb_6:9. Sin embargo, si el terrible pecado de la Apostasía de parte del pueblo salvado no fuera cuando menos remotamente posible, todas estas advertencias hubieran carecido por completo de significado.

Lea 1Co_10:1-12. Los corintios se habían estado actuando de la libertad cristiana y la posesión de dones espirituales, y sin embargo, muchos de ellos vivían en un plano inferior. Confiaban evidentemente en su "posición" y privilegios en el evangelio. Pero el Apóstol Pablo les advierte que los privilegios se pueden perder por el pecado, y cita los ejemplos sentados por los israelitas. Fueron liberados de manera sobrenatural de Egipto, por medio de Moisés, y como resultado de ello le aceptaron en calidad de dirigente en el viaje hacia la Tierra Prometida. El paso a través del Mar Rojo fue señal de obediencia a él. Se cernía sobre ellos el símbolo protector de la presencia divina de Dios que los guiaba. Después de salvarlos de la esclavitud egipcia, Dios los sostuvo proporcionándoles en forma sobrenatural agua y alimentos. Todo esto significa que Israel disfrutaba de la gracia, es decir, del favor y comunión de Dios.

Pero la frase de "una vez en la gracia, siempre en la gracia," no podía decirse de los israelitas; puesto que la ruta quedó señalada por las tumbas de aquéllos que habían sido castigados por sus murmuraciones, rebeliones e idolatrías. El pecado interrumpió la comunión con Dios, y como resultado de ello cayeron de la gracia. Pablo declara que estos acontecimientos fueron registrados a fin de advertir a los creyentes de la posibilidad de perder los más excelsos privilegios debido al pecado obstinado.
 
4. Equilibrio bíblico.
Las posiciones fundamentales respectivas del Calvinismo y el Arminianismo se enseñan en las Sagradas Escrituras. El calvinismo exalta la gracia de Dios como la fuente única de salvación, y también lo hace la Biblia. El Arminianismo recalca el libre albedrío del hombre y su responsabilidad, y así lo hace también la Biblia. La solución práctica consiste de evitar los extremos que no son bíblicos de ambos puntos de vista, y de abstenerse de fijar un punto de vista en antagonismo con el otro, puesto que cuando dos doctrinas bíblicas se colocan en oposición la una de la otra, el resultado es una reacción que conduce al error. Pongamos por ejemplo: el énfasis excesivo en lo que respecta a la soberanía de Dios y su gracia en la salvación puede conducir a una vida negligente, descuidada, puesto que si una persona es convencida de que su conducta y actitud no tiene nada que ver con su salvación, quizá se haga negligente. Por otra parte, el recalcar el libre albedrío del hombre y su responsabilidad, en reacción contra el calvinismo, puede poner a la Gente bajo el yugo del legalismo, y robarle todas las seguridades que tiene. La licencia y el desenfreno por una parte, y el legalismo por la otra son los extremos que deben de evitarse.

Cuando el señor Finney ejercía su ministerio en una ciudad donde se había recalcado hasta el exceso de la doctrina de la gracia, insistía con énfasis en la doctrina de la responsabilidad personal. Cuando celebraban reuniones en un pueblo donde se había puesto énfasis en la responsabilidad del hombre y las obras, recalcaba entonces la gracia de Dios. Y al dejar los misterios de la predestinación para emprender la tarea práctica de procurar que la gente se salve, no seremos perturbados por el asunto. Wesley sostenía la doctrina de Arminio, y Whitefield la de Calvino. No obstante ello, ambos llevaron miles de personas a los pies de Cristo.

Predicadores calvinistas piadosos del tipo de Spurgeon y Finney han predicado la perseverancia de los santos de tal manera, como para retraer al creyente de seguir una conducta negligente. Señalaban con cuidado que mientras que un verdadero hijo de Dios tenía la seguridad de perseverar hasta el fin, el que no perseverare pondría en tela de juicio el que hubiera en realidad nacido de nuevo. Si una persona no sigue la santidad, dijo Calvino, haría muy bien en poner en tela de juicio su elección.

Nos confrontarán sin duda misterios al proponernos relatar las grandes verdades de la presciencia de Dios y el libre albedrío del hombre; pero si obedecemos las exhortaciones prácticas de las Escrituras, y nos consagramos a las tareas definidas que se nos han encomendado, no podremos equivocarnos. "Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios: mas las Ap.eladas son para nosotros." Dt._29:29.

En conclusión rogamos al lector que se nos permita sugerir que no es prudente recalcar con exceso los peligros de la vida cristiana. El énfasis, más bien, se debe poner en los medios de seguridad: el poder de Cristo como Salvador, la fidelidad del Espíritu que habita en nosotros, la certeza de las promesas divinas, y la infalible eficacia de la oración. El Nuevo Testamento nos enseña con respecto a una verdadera "seguridad eterna," asegurándonos que a pesar de las debilidades, imperfecciones, desventajas o dificultades externas, el creyente puede descansar seguro y victorioso en Cristo. Con el Apóstol Pablo puede exclamar.: "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquél que nos amó. Por lo cual estoy seguro que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro." Rm._8:35-39.

A continuación insertamos los puntos de vista de Juan Wesley con respecto a la perseverancia final de los santos.

"Habiendo alimentado por algún tiempo un fuerte deseo de unirme al señor Whitefield en todo lo posible, a fin de anular o suprimir disputas innecesarias, he escrito mis sentimientos, con toda claridad de que he sido capaz, en los términos siguientes:


Hay tres puntos en cuestión:
1 Elección incondicional. 2. Gracia irresistible. 3. Perseverancia final.

Con respecto a la primera, Elección incondicional, creo lo siguiente:
Que Dios, antes de la fundación del mundo, eligió incondicionalmente a ciertas personas para realizar ciertas labores, como por ejemplo a Pablo para predicar el evangelio; 
Que ha elegido incondicionalmente a algunas naciones para recibir ciertos privilegios especiales; en particular la nación judía;
Que ha elegido incondicionalmente a algunas naciones para escuchar el evangelio, como Inglaterra y Escocia, en la actualidad, y muchas otras en las edades pasadas;
Que ha elegido incondicionalmente a ciertas personas para disfrutar de muchas ventajas especiales, tanto en lo que respecta a lo temporal como a lo espiritual;
Y no niego (aunque no puedo demostrar que sea así) que ha elegido incondicionalmente a algunas personas a la gloria eterna.

Empero no puedo creer lo siguiente:
Que todos aquellos que no han sido elegidos así para la gloria deben perecer para siempre; o
Que haya un alma en la tierra que jamás haya tenido la posibilidad de escapar la condenación eterna.

Con respecto a la segunda, Gracia Irresistible, creo lo siguiente:
Que la gracia que produce fe, y por lo tanto salvación al alma, es irresistible en ese momento;
Que la mayor parte de los creyentes tal vez recuerden alguna vez cuando Dios los convenció irresistiblemente de su pecado;
Que la mayor parte de los creyentes descubre en algunas ocasiones que Dios actúa irresistiblemente sobre sus almas;
Y sin embargo creo que la gracia de Dios, tanto antes como después de esos momentos, puede ser y ha sido resistida; y
Que en General no actúa irresistiblemente, sino que podemos obedecerla o no.

Y no niego lo siguiente:
Que en algunas almas la gracia de Dios es a tal punto irresistible, que no pueden menos que creer y ser finalmente salvadas.

Pero no puedo creer:
Que deban perderse todos aquéllos en quienes la gracia de Dios no opera de esta forma irresistible; o que haya un alma en la tierra, que no tenga, y nunca haya tenido otra gracia, que aquella que en realidad aumenta su condenación, y que estaba designada por Dios para que así ocurriera.

Con respecto a la tercera, Perseverancia Final, me inclino a creer lo siguiente:
Que existe un estado posible en esta vida, del cual el hombre no puede caer; y que aquél que ha llegado a esto puede decir: "Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas."

 

 

 



 
 
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